La Sala de Tiza

 
 
Laurie Anderson es una Estadounidense Cantante, violinista, poeta, dibujante y artista experimental de performance, en los que combina música minimalista, diapositivas y reflexiones irónicas sobre el lenguaje, la política norteamericana, el rol de los sexos y la civilización occidental moderna en su conjunto.
 
Ha inventado varios instrumentos, entre ellos el violín de arco de cinta, el cual tiene un cabezal magnético en lugar de cuerdas y una cinta de audio en lugar de las cerdas del arco, y un traje con sensores que disparan diversos sonidos de batería electrónica. 
 
Otra cosa que ha inventado y me parece muy buena idea es el Chalkroom, son paredes que aparecen y desaparecen. Pasillos infinitos. Lugares en los que todo parece posible, cada cual decide hacia donde andar, volar o deslizarse. Hay cientos de situaciones en esta pieza y ha dicho que todavía no se han desentrañado todos los secretos que esconde. Es una cámara oscura llena de dibujos y palabras con trazos de color blanco y negro en el que te tienes que poner unas gafas, te hace aislar del mundo.No hay ningún camino establecido, tienes que tomar las decisiones sobre hacia donde ir.
 
 
 
Laurie Anderson siempre ha querido contar historias, de una manera u otra. Ha explorado indistintamente las artes visuales, la performance, la música, la literatura o el cine. Estudió Historia del Arte en el Barnard College de Nueva York, que se fundó en respuesta a la negativa de la Universidad de Columbia a admitir mujeres en sus aulas. En los primeros 70, se buscó la vida escribiendo para revistas como Artforum, ilustrando libros infantiles y dando clases como profesora.
 
Cuando tenía 27 años pasó una larga temporada deprimida. “Decidí que me iba a pasar el día en la cama hasta que encontrara una razón para levantarme”. Pasaba más horas durmiendo que despierta. Los sueños siempre le han interesado mucho. Hace una década publicó un diario de sueños titulado ‘Vida nocturna’. En sus páginas dibujaba el espectáculo mental de cada noche a lo largo de un año. “Mis sueños se volvieron salvajes, vívidos, cada vez más implacables. Comencé a dibujar estos sueños en defensa propia. A menudo eran versiones alternativas de lo que me ocurría por el día. A veces eran atmósferas muy cargadas, sensaciones, emociones. Representaciones de desconcierto, éxtasis, ingravidez, abandono, libertad”, escribía a modo de introducción en un libro que aún no se ha editado en España.
 
 
 
Es un objeto en el que se une la capacidad inmersiva de la tecnología con una historia, la narración con las posibilidades sensoriales digitales, en un formato adulto que trasciende al videojuego.
El espacio es un viaje a través de las palabras y los símbolos. Es como flotar por los pavimentos internos de una historia y ofrece a los espectadores la oportunidad de viajar no solo al espacio de la imaginación que crea una historia, sino a la arquitectura misma de la historia: caminar, o más bien flotar, a través de sus pasillos a medida que las palabras y las letras se mueven como si fueran copos de nieve.







 

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