Una Villa Rotonda del siglo XX





La idea que tiene Eugenio D'Ors es empujar a digerir el conocimiento para volver a alumbrarlo. Es la que mejor describe la casa que Emilio Tuñón ha construido en Cáceres.

Como bien sabemos, La Villa Rotonda es un palacio campestre de planta central diseñado por Andrea Palladio y construido a partir del año 1566 en las afueras de la ciudad de Vicenza en Italia

Es un edificio que consiguió plasmar el ideal estético renacentista en un edificio doméstico y además anticiparse a toda la arquitectura que posteriormente ha utilizado el lenguaje del clasicismo.


Volviendo a la casa de Piedra hostiga expectación porque deja ver cómo uno de los grandes arquitectos actuales  trabaja en la escala pequeña. Lo hace respetando las encinas y recostándose en la ladera para mirar la ciudad. La cuarcita local relaciona el nuevo edificio tanto con el solar, en la Sierrilla de Cáceres, como con el centro histórico, donde Tuñón remodeló la Fundación Helga de Alvear y el hotel Atrio actualizando la huella arquitectónica humilde y sin embargo regia de la ciudad.

Volumétricamente, es un prisma de planta cuadrada agujereado con tres huecos en cada una de sus cuatro fachadas. El granito enmarca esas aperturas. En el interior, nueve estancias rodean la escalera central que organiza la circulación. Son todas iguales. Pero su suma del salón-comedor o si se descubre la cocina tras una corredera modifica y rehace el espacio. 



La planta cuadrada, la simetría en torno a la escalera y la comunicación de las estancias con el exterior remiten a la vez a la Villa Rotonda de Palladio —llamada así por la perfección del círculo imaginario en el que se inscribía su planta cuadrada— y al despojo que Adolf Loos pregonaba desde su lucha contra el ornamento. Por eso, la casa no puede ser más clásica ni más contemporánea a la vez: desnudando el orden renacentista y vistiendo la modernidad, pasa a formar parte del lugar.


En cuanto al interior, es mas bien un ejercicio de ebanistería y matemáticas. La base cálida de roble sirve para ocultar las instalaciones, la parte superior respira pintada de blanco y liberada de ruidos visuales y recoge las necesidades de los usuarios para que sean ellos los que se apropien de los espacios.

Resumidamente, la vivienda de Emilio Tuñón es a la vez un marco para que suceda la vida y una capa más de suelo en el lugar. Cede el protagonismo a la vegetación y a las personas sin dejar de recordar que la mejor arquitectura ordena, pero no da órdenes.





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